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Un pasado cargado de historia, un presente lleno de vida.
“La madrugada me despertó entre encinas, olivos y pinos carracosos. Me puse el chaquetón de rocío que me ofrecía la mañana, y mientras se apagaban las últimas farolas, me adentré en las calles y plazas para tener un encuentro cara a cara con la vida. Por mi retina han pasado más años de los que puedo recordar, y aun así siempre salí victorioso del constante trueque mantenido con la historia, sobreviviendo a guerras, reyes y dueños, y custodiando hasta el día de hoy todo cuanto fueron dejando a su paso. Hoy, sólo los conejos, las perdices y cernícalos que anidan en el Monasterio de la Inmaculada Concepción parecen llevar aquí más tiempo que yo.
Por eso, para un viejo como yo, es motivo de inmensa alegría recibir tu visita. Llevo mucho tiempo esperándote, y será un verdadero placer acompañarte y compartir contigo las innumerables historias que atesoro en la memoria, guiarte orgulloso por las calles, plazas y monumentos, presentarte a mi gente y, por qué no, agasajarte con alguna pitanza que deje un buen recuerdo en tu paladar. Y ahora sígueme, te propongo un paseo por un pasado cargado de historia y un presente lleno de vida.”

Algo de historia…
Los celtíberos sabían bien lo que se hacían cuando entre los siglos III y IV a.C. decidieron morar por estas tierras. Incluso los romanos, en su ambicioso plan de conquistar el mundo, me eligieron como punto de paso de una de las muchas calzadas que componían la red viaria de su Imperio. Aunque no fue hasta el s. XII cuando se habla de mi con el nombre de Lueches y perteneciendo a la Comunidad de Villa y Tierra de Alcalá de Henares. Durante 24 años fui entregado al poderoso Concejo de la ciudad de Segovia, hasta que en 1214 volví a formar parte de la Tierra de Alcalá bajo la tutela de los Arzobispos de Toledo. Ya en el s. XVI, Carlos I de España y V de Alemania me nombró Villa, y me vendió para sufragar los gastos del Estado al genovés Baltasar Cantano, quien a su vez me vendió a Don Ignacio de Cárdenas y Zapata y a su esposa Doña Isabel de Avellaneda como señorío.


Desde entonces me he codeado con los más importantes personajes de la Corte Real, que me proporcionarían un rico patrimonio arquitectónico y cultural. En 1633 uno de los personajes más importantes que ha dado la historia de España se convirtió en mi nuevo señor, Don Gaspar de Guzmán o Conde Duque de Olivares, y pertenecí a el y a sus herederos hasta el s. XIX, cuando se abolieron los señoríos jurisdiccionales. La Guerra de la Independencia ocasionada por la invasión francesa de Napoleón dejó también una huella profunda en mi. Entre 1808 y 1814 di cobijo y apoyo a las guerrillas y algunos personajes como Juan Martín “El Empecinado”, que junto a las tropas españolas, tuvieron un papel fundamental en la victoria contra los franceses.
En una de mis zonas más elevadas se alza majestuoso el templo parroquial de Loeches, un hermoso ejemplo de construcción de estilo renacentista que data del siglo XVI, aunque la planta original se remonta al siglo XIII, cuando los cristianos repoblaron Loeches en la Edad Media. Sus piedras blancas y sus sillares regulares dan cuerpo a tres naves, un crucero y una cabecera plana, y a 33 m de altura su torre otea orgullosa el horizonte lechuzo y complutense. Tres puertas, diferentes y con personalidad propia nos invitan a adentrarnos en un espacio que aún soporta el peso del tiempo en sus columnas y arcos de medio punto. El singular chapitel de pizarra, su cúpula interior y las pechinas sobre las que esta reposaba desaparecieron en el siglo XX, dando paso a cubiertas más modernas, planas y bajas. La misma suerte corrió el pavimento y el coro, cambiados a lo largo de un pasado marcado en parte por las numerosas reformas. De hecho, en la ultima restauración se recuperó el techo original en la parte de la sacristía, donde actualmente se conserva orfebrería religiosa y diversos elementos litúrgicos.



En el Altar Mayor podemos hallar la lápida gótica que representa el Calvario de Nuestro Señor Jesucristo, datada en 1295 y que fue descubierta bajo el cemento de una de las paredes en una de las reformas realizadas el siglo pasado. A esta joya artística medieval de las más antiguas de la comunidad de Madrid la acompaña una talla de la Asunción de la Virgen, flanqueada a su vez por tallas de un grupo de angelotes realizados por diferentes talleres. Completan el templo la Capilla del Cristo y una imagen de la Virgen de Las Angustias, cuya festividad es el 12 de septiembre.


La iglesia es sobria, como casi todas las construcciones religiosas españolas de principios del siglo XVII, alberga frente al altar una tribuna de hierro desde donde participaba el Conde Duque y su familia a los oficios religiosos. Esta tribuna estaba directamente comunicada mediante un pasillo con el antiguo, y ya destruido Palacio que poseía la familia junto al monasterio. Actualmente podemos encontrar un fresco de Fernando Calderón en el altar mayor, obra encargada por el Duque de Alba, Jacobo Fitz James Stuart Falcó, para sustituir las pinturas de Rubens que desaparecieron tras la invasión francesa. En el espectacular mural se representa la figura de Santo Domingo de Guzmán rodeado de casi cien figuras de tamaño mayor al natural. En la parte inferior hay diecisiete retratos de los componentes más relevantes de la Casa de Alba, incluido por supuesto el Conde Duque y a la Duquesa Cayetana.
Su interior responde a una planta trilobulada, debajo de la cual hay una cripta. En el lóbulo central se encuentra el altar y en los laterales, colocados en tres alturas, los sarcófagos de mármol negro con inscripciones doradas al fuego, en los que están enterrados algunos miembros de la Casa de Alba. En el lateral izquierdo se encuentra la sepultura del Conde Duque de Olivares y su esposa, Doña Inés de Zúñiga, indicada con una lápida conmemorativa. Y ocupando el centro del panteón, la maravillosa y significativa obra del francés Charles Gumery, la escultura yacente de la Condesa de Montijo, Doña Francisca de Sales y Portocarrero, hermana de la Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo, que fue enterrada con honores de Reina.
Diseñado por el arquitecto Juan Bautista Lázaro, el edificio recuerda al panteón de los Reyes en el Escorial y se levanta sobre parte de los terrenos que ocupaba el antiguo palacio del Conde Duque. Con un exterior casi circular y coronado con una magnifica cúpula con ventanales semicirculares en su parte inferior, el edificio se halla anexionado a la Iglesia por el lado de la epístola.

Al entrar en la Iglesia del Convento de la Inmaculada Concepción de las Madres Dominicas, en el lado derecho se encuentra una hermosa reja que daba paso al antiguo panteón del Conde Duque de Olivares. A principios del siglo XX, se anexionó el panteón de la Casa de Alba, cuya construcción fue costeada por la duquesa doña Rosario Falcó, e inaugurado por su hijo Jacobo Fitz-James Stuart, padre de Doña Cayetana.
